Augusto Salvatto
¿Juntos? Por el cambio
Tres preguntas definen el futuro de la oposición.

Hace una semana publicamos en esta misma columna una nota sobre el Frente de Todos en el escenario post-electoral. Y prometimos una sobre la coalición opositora. Estamos cumpliendo, que no es poco.
En la nota anterior usábamos dos variables para tratar de echar luz sobre el futuro del oficialismo. Por falta de originalidad – no nuestra, sino de nuestro país – usaremos las mismas: unidad y liderazgo. Y agreguemos una nueva: ampliarse, si o no.
Hay tres preguntas que definen el futuro de esta coalición en los próximos meses:
· ¿Juntos o separados?
· ¿Ampliar o no ampliar?
· ¿Dialogar o engrietar?
¿Juntos o separados?
Una coalición en Argentina que consolida seis años de unidad es toda una novedad. Pero a pesar de haber ganado ganando las legislativas, los ánimos adentro de Juntos están bien caldeados.
Hoy Juntos es víctima del pecado común de la mayoría de los espacios políticos de la Argentina moderna: no tiene identidad
Podríamos gastar muchos párrafos y tiempo en describir la secuencia de hechos que llevan a este dilema. No vale la pena. Vayamos a la causa: Si no sabemos que somos, podemos definir si estamos juntos o no.
Hoy Juntos es víctima del pecado común de la mayoría de los espacios políticos de la Argentina moderna: no tiene identidad. Carece de vínculos programáticos. Y el riesgo que corre es el de convertirse simplemente en un rejunte de actores que lo único que tienen en común es que no son kirchneristas. La identidad es el pegamento que une a los actores. Poner esa discusión debajo de la alfombra pudo haber sido útil. Hoy se vuelve insostenible.
Sin tomar en cuenta a la coalición cívica, hay al menos cuatro sectores en la coalición, que, a falta de mejores nombres, los encasillamos así: Halcones PRO, dialoguistas PRO, UCR línea Negri y UCR renovada.
¿Ampliar o no ampliar?
Cada uno de estos espacios mencionados tiene una noción diferente sobre la geografía electoral de Juntososeparados por el Cambio.
Pero no todos quieren necesariamente ampliarse hacia la centro-izquierda. Para un sector del PRO, no haber acordado con Espert y Gomez Centurión fue clave para la derrota de 2019
Empecemos por el larretismo. En cuanta reunión que tuvo el último año, especialmente con el círculo rojo, Horacio Rodriguez Larreta habló de la necesidad de construir una “nueva mayoría” de – al menos – el 60% para hacer los cambios que necesita Argentina. Esta visión necesariamente requiere ampliar JxC. Lo que no tenemos muy claro es hacia dónde. La lógica básica – que nunca es recomendable aplicar a la política argentina – indicaría que hacia el peronismo albertista por nacer, otrora randazismo, otrora massismo. Pero la negociación interna está complicada.
En el mismo terreno se mueve el radicalismo renovado, con la figura de Facundo Manes y la idea de la coalición de centro popular, que ya incorporó a Margarita Stolbizer, Emilio Monzó y Joaquín De la Torre.
Pero no todos quieren necesariamente ampliarse hacia la centro-izquierda. Para un sector del PRO, no haber acordado con Espert y Gomez Centurión fue clave para la derrota de 2019, y hoy Milei, Espert y Hotton son figuritas a convencer de cara a 2023. La pregunta es: ¿Cómo alinear esto con el radicalismo renovado? No hay respuesta.
¿Dialogar o engrietar?
La última pregunta es quizás la más relevante para el futuro institucional de Argentina. El Presidente Alberto Fernández, llamó a la oposición al diálogo, de la forma más extraña que se puede llamar a un diálogo: criticándolos a micrófono abierto. Entre paréntesis: el que lo haya convencido de que para sostenerse tiene que ser más cristinista que cristina, o es un genio, o es muy miope, por no decir otra cosa.
¿Qué va a hacer la oposición?
Más allá de que el diálogo pueda ser más o menos necesario, en términos estrictamente pragmáticos, hoy la oposición tiene pocos incentivos para dialogar. Y el gobierno lo mismo. El relato post-electoral está siendo ganado por los sectores menos dialoguistas de ambas coaliciones.
A eso se suma un problema extra: la ausencia de confianza mutua en las primeras líneas. Lo que diluye los activos políticos, tanto de Alberto como de Larreta.